Desde que comenzó, la tira diaria no defraudó en cuanto a argumento y guión: cada vez se vuelve más interesante. Lo que sí cambia, como una falta de respeto casi constante, es la franja horaria: arranca cada vez más y más tarde.

No da respiro. Desde que arrancó, allá por enero de este 2016, La Leona no escatima en intensidad. Como en un subibaja de emociones, lo que podría haber descansado en el obvio romance entre sus protagonistas -con el morbo extra de que, encima, son pareja en la vida real- apostó mucho más, hasta el punto de que esa historia "prohibida" quedara por momentos –varios capítulos- en el freezer.

Hay que decirlo: no importa demasiado si María (Nancy Duplaá) y Franco (Pablo Echarri) superarán sus aparentes diferencias de clase para ser felices y comer perdices. Sobre todo, desde que él fue, definitivamente, uno de los desencadenantes de la sorprendente muerte del papá de ella (Hugo Arana).

La historia de calentura y (ahora) amor de los protagonistas es marginal. Hace varios capítulos que no hay atisbos de acercamiento entre María y Franco. Otros temas calientan (en ese otro sentido de la palabra) la pantalla: la quiebra de la fábrica y la lucha de los trabajadores por recuperarla; la espeluznante familia Miller-Liberman que se vuelve cada vez más oscura, temible, pero también bizarra y, por momentos, hasta graciosa; la mafia que opera para y contra los medios de comunicación, y –párrafo aparte para- el aborto. ¿Es ésta la primera novela que aborda la problemática del aborto con seriedad? Sí. ¿Son estos los primeros guionistas que le susurran al oído a Eugenia (Dolores Fonzi), en esa clínica clandestina, que a las pobres no les queda otra que arriesgar su vida "como ratas" por el descaro de decidir sobre su propio cuerpo? Sí. ¿Es la primera novela en la que una mujer realmente aborta y, contra todo prejuicio, no se arrepiente a último momento? Probablemente. Línea aparte para Mónica Antonópulos y su impecable composición de una desbordada, inimputable y a veces digna de lástima Julieta.

La vorágine de conflictos secundarios que se plantean y se resuelven sin demasiada vuelta y enrosque innecesario es virtud de Pablo Lago y Susana Cardozo, los guionistas de La Leona, quienes, además, no se anduvieron con chiquitas a la hora de componer un personaje femenino tan fuerte como el de la protagonista. María no es el modelo de mujer que conocemos: es una mujer que trabaja en la fábrica y en su casa, es una madre bastante ausente y una esposa (ahora ex) no mucho más presente. Es una mujer que se carga al hombro la lucha obrera, que no tiene miedo de avanzar a un hombre ni vergüenza de sus atributos femeninos. María es una antiprincesa, que no está esperando que el príncipe la rescate y le pague la olla.

La tiranía de los horarios

Los primeros avances de La Leona que puso al aire Telefé decían "Próximamente, a las 22 hs". Ese horario sólo duró un capítulo. O tal vez dos. Enseguida, se corrió a las 22.15. Y en un par de capítulos más, a las 22.30.

Como nunca, desde hace un par de años los canales de televisión juegan, se divierten con un criterio misterioso con el horario de los programas y ponen y sacan de acuerdo al supuesto rating.

En poco más de cuatro meses, La Leona se atrasó una hora y media, sin aviso previo. Uno tiene que prender la tele y ver si está o fumarse la novela extranjera anterior hasta que Telefé así lo decida. De las 22.30 en la que nos quedamos, pasó a las 22.45, luego a las 22.50, luego a las 23, horario en el que se mantuvo un tiempo considerable. Después, 23.15. Últimamente, 23.30. Y esta semana tuvo su punto cúlmine: 23.40.

El constante vaivén de "te pongo la novela a la hora que quiero porque, si te gusta, la vas a ver igual" se convierte en una falta de respeto a quienes más debería respetar el canal: los televidentes. No importa si yo me quedo dormida esperando o me pierdo, desde hace dos meses todos los días el final, porque igual puede verse a cualquier hora en YouTube. No importa si yo no quiero verla en la compu, sino en la tele. Importa competir un cachito con ShowMatch, supongo, aunque el público que mira La Leona, claramente, no es el que verá el show de Tinelli. Importa dejar en prime time la novela extranjera que mide mejor. Importa todo, menos el televidente.

Es una lástima que es el esfuerzo y la calidad con la que –se nota- se produjo y grabó La Leona se pierdan, a veces, por el capricho y la tiranía de los acomodadores de franjas horarias (¿se acuerdan cuando las franjas arrancaban o'clock?). A veces –cada vez más- cansa. Y dan ganas de no prender más un canal de aire.     

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