El autor siempre se preguntó sobre las familias de nietos desaparecidos y luego un caso en Estados Unidos fue el puntapié para una obra de teatro en la que “nadie quiere enfrentar los hechos”.

El autor de la obra de teatro Cronología de las Bestias, Lautaro Perotti, arranca con una definición que cuesta digerir pero que cada vez en diversas sociedades se lo toma como bandera sin hacerse cargo de las consecuencias: "Me interesa el compromiso con la mentira. La idea me surgió porque siempre me interrogo sobre los nietos de desaparecidos, más allá de la política. ¿Cómo los padres adoptivos pueden convivir con sus hijos, siendo los asesinos de los padres biológicos en muchos casos? Pero el disparador de la trama fue un caso policial resonante en Estados Unidos".

La obra se inscribe en la tendencia de nuestra cartelera al retrato de familias disfuncionales (La Omisión de la Familia Coleman, Mi Hijo Camina un Poco Más Lento y El loco y la Camisa): "Me interesa abordar algo que nace de una mentira y cómo somos capaces de sostener ese engaño".

Cronología de las Bestias aborda a una familia destrozada por la desaparición de un hijo y diez años después se produce un reencuentro inesperado. En ese momento en lugar de generarse un sinceramiento, se renueva una vez más el compromiso con la mentira pese a sus consecuencias.

Entre los mismos personajes, como la madre (Silvina Sabater), el hijo (Julián Krakov), la hermana de ella (Adriana Ferrer), el joven "aparecido" (Andrés Ciavaglia) y el cura (Juan Manuel Casavelos) acomodan los acontecimientos a su propio modo. Los viernes a las 21.30 y los domingos a las 19.15 se llena la sala de Timbre 4 (Boedo 640), los espectadores ingresan a un mundo llenos de oscuridades y mentiras.

Según Perotti "todos tenemos cosas que ocultar, pero los personajes de Cronologías...no se preguntan qué quieren ocultar y qué implicancias tiene ese acto; nadie quiere enfrentar hechos como la ausencia de un hijo".

Aunque Perotti se mete estrictamente en el terreno de las relaciones familiares conflictivas y disfuncionales, vale también para el mundo de la política: "La mentira puede ser más fuerte que la verdad. Es algo que está metido en el ser humano. No hay duda que el que quiere saber, puede. Pero, para eso, hay que hacerse cargo de las consecuencias. La verdad siempre está. Es una".

Llama poderosamente la atención la puesta en escena: un largo sillón ubicado casi en el centro y espaldas de los espectadores: "No es una mirada desde un lugar intelectual, sino que surgió durante los ensayos. Los actores, en un momento de la obra, les dan la espalda al público como lectura para el espectador de lo que no se muestra, de no querer contar. Como espectador, estoy viendo gente que no quiere mostrar".

Otro elemento a tener en cuenta es que la historia que se cuenta no es lineal: "Se hace sobre la base de muchas idas y vueltas en el tiempo y la repetición. Se vuelve a la pregunta todo el tiempo, al por qué tanto compromiso con la mentira", señala Perotti.

El autor sostiene que no quiso meterse de lleno con el tema de la apropiación de los chicos durante la Dictadura Militar, "pero siempre ronda esa pregunta de cómo los padres y el entorno hacían todo lo posible para sostener una mentira. Mientras me hacía esta pregunta, me topé con una noticia policial de Estados Unidos acerca de una persona que regresó al hogar después de diez años de ausencia, cuando se creía que había muerto, y se instaló allí sin cuestionarse ni ser cuestionada. Al cabo de un tiempo, tras los resultados del ADN se descubrió que era un chanta y no de la persona buscada".

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